A un año de la partida de mi abuelita, le escribo este pequeño texto en su memoria. La pintura era de las cosas que más disfrutaba hacer, y decidí utilizar este elemento de su vida para hablar sobre ella. Definitivamente, este ha sido uno de los textos que más me he tardado en escribir y uno de los más difíciles, pero espero que todos puedan leer un poco sobre lo que mi abuelita era para nosotros.
Viendo las pinturas de mi abuela, puedo recorrer el mundo entero.
Puedo oler el olor a su casa. Ese olor que sabe a domingo, donde nos juntábamos toda la familia a comer los mejores chilaquiles del mundo. También huelo ese delicioso olor a pan recién horneado de todas las recetas que nos enseñó a hacer en su cocina y el olor a las plantas y cactus que estaban afuera de su casa.
En la luz de sus pinturas, puedo ver cómo disfrutaba algunas cosas de la vida. Desde sus clases de pintura semanales, hasta las visitas cortas que hacíamos en su casa para platicar un rato. Puedo recordarla tomar con gran emoción un simple vaso de Coca Light, o disfrutar los sabores veracruzanos que le recordaban a casa. La puedo escuchar hablando con mi otra abuelita, las dos acompañándose a ver la película más nueva en la cartelera. Y también la puedo escuchar cantando "Sweet Caroline", sin olvidar la letra a pesar de no haberla escuchado por años.
Sin embargo, no todo en su vida era lleno de luz. En los pincelazos llenos de color y textura, puedo ver un poco del mar de confusión en el que ella vivía. Algunos días salíamos del cine y comentaba lo hermosa que había sido la obra. Otras veces, me preguntaba si quería leche 5 veces en una misma noche, olvidando siempre que un minuto antes le dije que no me gustaba.
A pesar de ello, entre las coloridas frutas y flores de sus pinturas, también veo la claridad con la que ella sentía. La escucho reírse con los comentarios sarcásticos de mi papá y las opiniones que tenía sobre cada una de las noticias del periódico. También puedo ver el orgullo que se mostraba en su cara cuando uno de sus hijos o nietos le enseñaba alguno de sus proyectos. Pero más que nada, puedo ver el amor que sintió y entregaba por cada uno de sus familiares, amigos y hasta mascotas.
Todas sus pinturas tenían algún tipo de dificultad, como lo tuvo cada paso que dio en su vida. Sin embargo, con la misma fuerza que agarraba el pincel y pintaba paisajes hermosos, enfrentó sus problemas y desafíos y sacó adelante toda una familia.
Nunca olvidaré, que dentro de cada día nuevo, que parecía un lienzo blanco lleno de caos y confusión, ella se levantaba y pintaba, y cada brochada que daba, la llenaba de color, vida y amor.
Comments